Por
lo menos ocho de cada diez personas en este país profesan alguna religión.
Sin
embargo, fuera de las iglesias, los grupos sociales hablan sobre cualquier cosa
más nunca sobre experiencias espirituales, sobre vida cristiana; sobre fe o
convicciones; y la respuesta es simple: no hay, ¿Cómo se va hablar de algo que
no se tiene y no se vive?
Pero
lo que sí se ve y escucha por doquier son groserías, leperadas, burlas y odio;
caras amargadas, explosiones de intolerancia y gente abusiva que quiere pasar
primero.
Hay una sima entre lo que decimos creer y lo que
vivimos.