No son parte, son nuestra vida.
Están con nosotros desde que no sabíamos
nada; entregados con todo su ingenio y dedicación a enseñarnos prácticamente todo:
los números, las vocales y tantas habilidades para desarrollarnos como personas
capaces y autosuficientes; y sin faltar su sabia orientación de respeto y
convivencia para hacernos personas de bien.
Nos guiaron por el sendero del
conocimiento, con mucha entrega y esmero para que la luz de la ciencia
alumbrara nuestra vida y nos convirtiéramos en luces en la sociedad.
Lo que somos, es
gracias a todos esos benditos maestros que hemos tenido en nuestra vida.