Significa obligar a que la gente escuche lo que no prefiere;
sabiendo que las preferencias están predeterminadas por el mismo negocio
musical.
La industria musical mundial controla de facto las programaciones
y por ende el gusto de las masas, así que cualquier iniciativa local no
alineada al poder factico no tiene probabilidades de éxito, independientemente
de su posible calidad.
Aunque mucha música local pueda ser malísima; también existen
virtuosas excepciones que tampoco tienen eco mediático.
El resultado será: apagar la radio.