Seguramente todos hemos visto a algún paciente grave en un
hospital, y experimentamos una profunda tristeza y compasión por esa persona;
pero jamás será lo mismo cuando se trata de un familiar.
Ver en agonía en una cama de hospital a un familiar rompe
el alma, oprime el corazón y destruye el razonamiento.
No hay nada que comprender; nada que aceptar; nada puede
explicar el colapso emocional de ver la sangre de nuestra sangre luchando por
vivir.
No lo evitemos, si sufre, sufrámoslo también; lloremos la
amargura y la impotencia; así debe ser.
Porque pase lo que pase;
todo pasará.