Como
cristianos acatamos todas las recomendaciones sanitarias contra el contagio de
la pandemia; encomendamos a Dios librarnos del mal y rogamos que provea alivio
al mundo.
Si
bien es cierto, la mortandad causa pavor y nadie quiere voluntariamente morir;
tampoco debe ser motivo de angustia.
Como
cristianos tenemos mucha esperanza en nuestra fe:
Primero,
porque caerán a nuestro lado mil y diez mil más no llegará a nosotros si Dios
nos protege1.
Segundo,
viviendo en Cristo, el morir es ganancia2, porque para Dios morimos3.
Es
cuestión de actitud: vivamos felices, porque si acaso nos llama el Señor, más
felices seremos4.
(Sl.91:7;Fl.1:21;Ro.14:7;Jn.14:1-3)